LA PAPA CANARIA, ANTE OTRO TRIPLE SALTO MORTAL: EL TUBÉRCULO SE ENFRENTA A UN VERANO MUY DURO
La papa canaria parece que ya solo sabe vivir caminando por los extremos apoyada en el bastón de las ayudas públicas: o hay escasez de la oferta del país, sobre todo por el mal tiempo que se manifiesta a modo de sequía o de fuerte viento, o es el turno de la abundancia, de manera especial en el periodo comprendido entre finales de la primavera y todo el estío.
En esta etapa, se concentra la producción de ese tubérculo (papa blanca) en Canarias, principalmente por la aportación del cultivo de secano localizado en las medianías altas de las islas más montañosas (Tenerife, Gran Canaria y La Palma, las principales zonas productoras en el Archipiélago, también en la temporada de media estación; o sea, la correspondiente a la papa con recolección en mayo o inicios del verano).
La situación que se define por la abundancia es la que se respira en las fechas actuales y la que con total seguridad va a darse este verano, en el que, pese a la escasez de lluvia en los inicios del cultivo, el agua de las precipitaciones terminó llegando a la cosecha y lo hizo, tal y como hoy se comprueba en el campo, muy bien repartida a lo largo del ciclo vegetativo de la papa de media estación (la que se siembra en enero-febrero y se cava en mayo-julio).
Como resultado de ese bondadoso balance meteorológico, Canarias, hace pocas semanas, ha puesto en marcha la recogida de la que será una excelente producción de papa blanca de verano (la oferta de papa de color es muy reducida y se concentra en las zonas altas del norte de Tenerife), lo que a su vez implicará, como es tradición siempre que eso ocurre en los meses del estío (por la reducción del consumo per cápita y por la excesiva concentración de la oferta en estos meses), una corrección a la baja de los precios de liquidación al cosechero o, si se prefiere, de la cotización al por mayor del tubérculo con origen en las Islas (el valor final de venta al público siempre es otra cosa).
Ese valor, según las previsiones de las principales cooperativas de papas de las islas, puede llegar a situarse entre los 0,30 y 0,40 euros por kilo, lo que, de ser así (y parece que es lo que esta vez toca), supondrá que los agricultores locales tengan que entregar sus cosechas a esas entidades (las que acaparan la mayor parte de la producción regional) con la preocupación de que, en algunos casos, el ingreso obtenido (sin contar las ayudas públicas directas del programa Posei) no llegue a ser remunerativo; esto es, que no deje beneficio o, lo que es mucho peor, ni siquiera sirva para compensar todos los costes de producción asumidos por el cosechero dentro del año de la recolección, en este caso 2016. Así están las cosas a día de hoy, lo que vuelve a consagrar el dicho de que “nunca llueva a gusto de todos”.
Recogida de papas en Valleseco (Alejandro Ramos)
Sólo el 50% accediendo a las ayudas
La Comunidad Autónoma de Canarias produce al año en torno a 60 millones de kilos de papas, de los que unos 30 millones, más o menos, se acogen a las ayudas públicas directas establecidas en el programa comunitario Posei. Atendiendo a los últimos datos oficiales disponibles, los que publica el Istac, en las Islas se cultivan unas 4.500 hectáreas de papas al año (la crisis no ha reducido de forma sustancial el espacio sembrado desde 2008 en adelante), con un valor de la producción total, a precios corrientes y según el registro más reciente disponible, cercano a los 30 millones de euros, cantidad a la que se deben sumar los siete millones de euros de la ficha financiera máxima anual contemplada para atender las medidas de apoyo a la papa dentro del reseñado Posei.
La horquilla de producción de papa por hectárea en Canarias está entre los 15.000 y los 20.000 kilos, lo que viene a significar, siempre como promedio, una productividad de entre 1,5 y dos kilos por metro cuadrado. El rendimiento en superficie regada siempre es más elevado que en las zonas con cultivo en secano, actividad agrícola que se concentra en las medianías altas de la vertiente norte de las islas con mayor altitud.
Hasta el cierre de 2015 (el ejercicio económico por el que los productores de papas canarios ahora recibirán, antes del 30 de junio de 2016, las ayudas directas del programa comunitario Posei correspondientes al año pasado), los cosecheros, aquellos que tengan sus parcelas bien registradas y catalogadas dentro del sistema agrícola Sigpac (control de la titularidad a través de polígono y parcela dentro del municipio), tienen derecho a recibir los siguientes apoyos financiados al 100% por la Unión Europea (UE):
a) Una ayuda a la comercialización (la condición es que se venda la producción de forma directa o a través de una organización de productores, OPFH, o bien agrupación de productores de papas -APP-) para agricultores individuales, con 0,09 euros por kilo (si la explotación no está asegurada) o 0,10 (si está el riesgo cubierto con una póliza de Agroseguro), o para los integrados en OPFH o APP, con 0,225 euros por kilo (sin el seguro agrícola concertado) o 0,250 (si la finca está asegurada).
b) A estos subsidios, que son muy potentes, se puede unir el abono de 910 euros por hectárea cultivada, con la opción de pago de esa cantidad por un máximo de dos cosechas al año, o sea, hasta 1.820 euros por la misma finca. La subficha tope es de 1,8 millones por año.
Parcela sembrada de papa en los altos de La Orotava, en el barrio de Benijos (Canarias Ahora)
De esta manera, y teniendo en cuenta el marco de apoyo del Posei a la papa canaria vigente hasta 2015 (el que ya rige en 2016 se ha modificado respecto a su precedente), un agricultor de papas que pongan en cultivo una finca de 10.000 metros cuadrados y realice dos cosechas, lo que es posible si se tiene riego y se abona bien la tierra, puede acceder a 1.820 euros en concepto de ayuda a la hectárea cultivada (910 por dos recolecciones). A esta cantidad, siempre que obtenga una producción media en torno a 20.000 kilos por hectárea y la comercialice a través de una OPFH o APP, siempre con la explotación agrícola asegurada, puede sumar la cifra que resulta de multiplicar 0,250 euros por kilo por 20.000 kilos (primera cosecha del año) más otros 20.000 (segundo cultivo en la misma superficie). De aquí salen 10.000 euros.
De la operación anterior se obtiene que un cosechero canario que reúna tales condiciones, siempre que no exista aminoración de la ayuda a la comercialización por un exceso de producción (esto es, que la ficha financiera máxima por año, para 2015 en 5,1 millones de euros, se tenga que repartir entre más kilos y ello fuerce un prorrateo lineal, lo que ya ha ocurrido en algunos ejercicios, también en este último), puede ingresar por la actividad de cultivo de la papa la nada desdeñable cantidad de 1.820 euros de ayuda por hectárea (para dos cosechas) más otros 10.000 euros, lo que suma 11.820 euros.
Esto, por kilo (para los 40.000 señalados), representa 0,29 euros, un poco menos del precio de liquidación que muchas cooperativas ya prevén para la oferta de este verano, con 0,30 euros por kilo. Sea como fuere, la ayuda por kilo en el caso de la papa local puede llegar a suponer entre el 0,50% y el 0,40%, más o menos, del ingreso final percibido por el agricultor isleño (la suma de lo recibido vía mercado más el total de las ayudas Posei).
La explicación anterior es el reflejo de lo que puede ocurrir con las liquidaciones que ya va a hacer la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias con cargo al ejercicio de 2015, que muy poco se parecerá a lo que ocurra con las cosechas de 2016 en adelante, principalmente porque a partir de este año las medidas de apoyo integradas en el Posei ya no serán las mismas. ¿Y por qué? Sobre todo para evitar el supuesto fraude que ha habido en la ayuda a la comercialización y para atender, al menos en parte, las peticiones de mejora de la mayoría de los productores locales y sus organizaciones profesionales.
Papa negra y de arrugar, expuestas en el mercado. (Alejandro Ramos).
Cambios para que pierdan los más productivos
Cuando se paguen las ayudas directas del Posei con cargo a 2016 (antes del 30 de junio de 2017), y de ese año en adelante (si es que el marco hoy vigente no se vuelve a modificar), los apoyos que abone Europa serán los siguientes:
a) El subsidio vinculado a la comercialización sufre un recorte de ficha financiera, pues pasa de los 5,1 millones de 2015 a los 3,5 de 2016 en adelante, con las siguientes ayudas por kilo vendido: 0,04 euros por kilo (sin seguro) y 0,06 (con póliza), en el caso de los agricultores individuales (venta directa, sin mediación), y 0,10 (sin cobertura de Agroseguro) y 0,15 (con ella), en el caso de los cosecheros que comercialicen por medio de OPFH y APP. Como se observa, el tajo a las cantidades por kilo ha sido considerable, justo lo contrario de lo que ocurre con la ayuda a la superficie cultivada, que en 2016 se estrena con nuevo formato.
b) Hay 950 euros por hectárea como subsidio básico (un solo abono) y un complemento de 1.700 euros para los agricultores que produzcan papas y formen parte de una OPFH o APP (único pago), con una ficha para ambos casos de 3,392 millones por año (se pasó de comercialización a superficie).
De esta manera, si volvemos al perfil del agricultor que al principio se definió, se tienen las siguientes aportaciones de apoyo público comunitario para una hectárea y dos cultivos con oferta por cosecha de 20.000 kilos, en zona de regadío. El cálculo ofrece lo siguiente: a) 2.650 de ayuda a la hectárea, que no se paga por cosechas, sino solo una vez, y b) 6.000 por ayuda a la comercialización dentro de OPFH o APP. El total que resulta es de 8.650 euros por hectárea, frente a los 11.820 euros que salían en las mismas condiciones para el año 2015; es decir, hay una rebaja de 3.170, el 27%, reducción que penaliza al agricultor más profesional y productivo.
Puesto de papas en un mercado canario. (Alejandro Ramos).
La incapacidad de soltar lastre en los últimos 25 años
El cultivo de la papa, como ocurre con otras actividades agrícolas en el Archipiélago, mantiene vivos prácticamente todos los problemas que ya padecía cuando las Islas se integraron de forma plena en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), con la aparición en 1992 del otrora denominado Programa de Opciones Específicas por la Lejanía e Insularidad de las Islas Canarias (Poseican), el que a día de hoy, en su versión Posei, sigue siendo el marco principal de apoyo directo al campo isleño, también a la papa.
Antes del año 1992, Canarias ya sufría enormes dificultades para colocar su producción en el mercado interior, principalmente en el verano-otoño y a precios que cubrieran los costes del cosechero de media estación (concentra entre el 60-70% de la oferta anual). En estos momentos, pasa algo muy parecido, con la única diferencia de que la pérdida de renta del productor local se compensa mejor por la vía del Posei.
Ahora, desde 2006, las ayudas directas son más elevadas y, por lo tanto, el apoyo público representa más en el ingreso final que logra el agricultor (40%). También se debe recordar, para conocer con claridad cuál ha sido la evolución reciente del cultivo de la papa, que las Islas han llegado a exportar este tubérculo a países como el Reino Unido en temporada de invierno. De esto no hace muchos años, aunque hoy pueda parecer mentira.
Junto a ese inconveniente, el de que la papa no es rentable sin el respaldo de los subsidios comunitarios, hay otros que tienen que ver con la organización de la oferta, para combatir en lo posible la fuerte atomización de la producción; con la muy poco eficiente comercialización de manera colectiva (el papel de las cooperativas y de otras entidades similares ha dado resultados muy discutibles en la capitalización de esta actividad agrícola y en su modernización); con el deficiente control del fraude en el cobro de los apoyos públicos directos (la Consejería de Agricultura ha dado de baja a algunas OPFH o APP por este motivo, entre otros) y el escaso acierto en las políticas específicas de respaldo (del Gobierno de Canarias y de los cabildos); con los proyectos fallidos de aglomeración de la oferta a la vez muy politizados, como ha sido el caso de la cooperativa de papas de Benijos, hoy sin actividad y que ha costado al Cabildo de Tenerife más de cuatro millones de euros (los que aportó para que un banco no se quedara con las instalaciones de esa entidad en los altos de La Orotava, una zona con control extremo de ATI-CC); con la escasa calidad del agua de riego y la reducida red existente en zonas de cultivo hoy condenadas al secano (ni para riego de urgencia), como son las medianías altas, y con el tremendo fracaso en el control de las plagas, hoy muy introducidas en el campo isleño. Un ejemplo claro de ello es la polilla guatemalteca.
Aparte de todas estas cuestiones, conviene apuntar que, por razones de rendimiento del cultivo, el cosechero local ha ido abandonando la siembra de variedades tradicionales de papa blanca, como la rosada, autodate o quinegua, por solo nombrar algunas, y se ha entregado de lleno a otras más productivas cuyas semillas se sirven en Canarias en régimen de royalties. Incluso hay más: en las Islas hoy existe una denominación de origen protegida llamada Papas Antiguas de Canarias (papas de color) que funciona con mucha dificultad y que no termina de implantarse a escala regional.
Por ahora, parte de esta oferta especial de papa, sin duda un producto muy singular, no se puede exportar a zonas de la UE por la presencia acreditada en Canarias de la polilla guatemalteca. Igual que desde la Península y otros países no se puede introducir papa en las Islas porque la presencia del escarabajo en esos lugares, Canarias no puede enviar fuera por tener en sus huertas la polilla.
Pasan los años y todo sigue casi igual en Canarias respecto a su papa, con la salvedad de la disponibilidad de más ayudas comunitarias de tipo directo, las que paga la UE. Éste ha sido el cambio más significativo, pero difícilmente servirá de algo si a la vez tanto recurso económico no contribuye a despejar las otras dudas. La papa canaria no ha muerto, pero no deja de amagar con coger el camino que lleva al cementerio. Esto sería una verdadera pena, no solo porque el producto obtenido es más fresco, de calidad, apoya el autoabastecimiento alimentario y permite vías de futuro en el medio rural, sino también porque sin el campo bien cultivado la evolución sostenible del turismo será mucho más difícil, y además tendrá menos encanto.
En estas aún seguimos, y además dando las gracias por ya no haber desaparecido totalmente del mapa. Queda casi todo por hacer, pero aún hay tiempo, aunque a algunos les parezca mentira.