LA MANCHA BACTERIANA EN MELOCOTONERO Y NECTARINA, UNA ENFERMEDAD EMERGENTE
Desde que fue introducida la mancha bacteriana en España en 2002, en Badajoz, se han producido diversas reacciones ante esta enfermedad, unas de preocupación pero otras de relajación al ver que en ciertas situaciones los síntomas no parecían tan severos y hasta cierto punto el control podía parecer sencillo. Nada más lejos de la realidad.
Considerada la bacteriosis más grave en frutales de hueso y de cuarentena en la Unión Europea y, después de ciertas dudas y de problemas económicos de las Administraciones para erradicar de forma contundente el patógeno, parece que tampoco se acaba de controlar en las explotaciones frutales donde se detecta. Las estrategias de control utilizadas en la mayoría de situaciones no parecen suficientes. A estas circunstancias se añade el contexto que, sobre todo en melocotonero y nectarina, existen pocas herramientas químicas o con limitaciones para su uso.
Para encontrar información sobre este problema podemos buscarla además de por mancha bacteriana, por sus nombres en inglés, Bacterial leaf spot, Bacterial spot, Black spot, Shot hole, en francés, Tache bactérienne o en alemán, Fleckenbacteriose, o por el nombre científico de la bacteria. Así mismo, existe el acrónimo XAP, muy utilizado en el entorno técnico y científico.
La enfermedad fue identificada por primera vez el 1903 en Michigan (EE.UU), en ciruelo japonés. Se supone que colonizaba los Prunus salvajes del Nuevo Mundo y que empezó a provocar epidemias cuando los colonos introdujeron especies cultivadas. A partir de este momento se fue dispersando por los demás continentes hasta la situación actual.
La mancha bacteriana puede afectar a los frutales de hueso (especies del géneroPrunus), especialmente el melocotonero y nectarina (Prunus persica), y el almendro (P. dulcis), aunque también se encuentra en albaricoquero (P. armeniaca), cerezo y ciruelo japonés (P. japonica y P. salicina). Otros huéspedes son los cerezos dulce y ácido (P. avium y P. cerasus), albaricoquero japonés (P. mume), melocotonero silvestre chino (P. davidiana), así como P. buergeriana, P. crassipes y P. donarium. Incluso pueden ser atacadas otras especies exóticas u ornamentales del género Prunus, como P. davidiana y P. laurocerasus. Los ciruelos americanos y europeos son menos susceptibles que el ciruelo japonés.
Respecto a su detección, hoy en día se puede diagnosticar la enfermedad en muestras vegetales de forma relativamente sencilla, mediante la técnica de PCR a tiempo real, un método muy sensible y preciso que reconoce un fragmento del ADN de la bacteria. Este análisis permite detectar niveles muy bajos de unidades bacterianas presentes en una muestra e incluso la detección en material asintomático como el procedente de viveros.
Describimos a continuación la posición taxonómica según la European Plant Protection Organisation (EPPO-OEPP):
• Nombre: Xanthomonas arboricola pv. pruni (Smith, 1903) Vauterin, Hoste, Kersters & Swing 1995.
• Sinónimos: Xanthomonas campestris pv. pruni (Smith, 1903) Dye, Xanthomonas pruni (Smith) Dowson.
• Posición taxonómica: Bacteria, Gracilicutes.
• Código Bayer: XANTPR.
• Lista EPPO A2: núm. 62 (cuarentena).
• Designación Anexo UE: II/A2 (cuarentena).
En la zona EPPO este organismo es considerado de cuarentena desde el año 1975 y en la UE desde el año 1992. Las designaciones EPPO son acogidas por la Unión Europea para su regulación en caso que esta última lo considere necesario, de ahí su posición también como cuarentena en los países de la UE. Ello significa que se debe evitar la introducción de este organismo en la zona UE y, cuando se detecte, erradicarlo o contenerlo, para que no se disperse por el resto del país o en los demás países.
Así mismo es considerado también de cuarentena en otros países de Europa, como Noruega (en 2012), Rusia (2014), Turquía (2007) y Ucrania (2010), o del mundo, como Chile (1995), Israel (2009) o Jordania (2007). También es cuarentena desde el año 1989 en toda la región IAPSC (Inter-African Phytosanitary Council), asociación científica equivalente a EPPO para el continente africano. La IAPSC reúne a prácticamente todos los países de África excepto Namibia, Sudáfrica y el Sáhara Occidental.
¿Cuál es el estatus normativo que nos puede afectar sobre esta enfermedad? En primer lugar nos afecta a nivel europeo, por la Directiva 2000/29/CE de medidas de protección contra la introducción y difusión en el territorio de la UE de organismos nocivos para los vegetales. Respecto a España, disponemos del Real Decreto 58/2005, de 21 de enero, por el que se adoptan medidas de protección contra la introducción y difusión en el territorio nacional y de la Comunidad Europea de organismos nocivos para los vegetales o productos vegetales, así como para la exportación y tránsito hacia países terceros (BOE núm. 19, de 22 de enero de 2005).
Este decreto considera X. arboricola pv. pruni, en su Anexo II, Parte A, como “organismo nocivo cuya introducción y propagación debe prohibirse en todos los Estados miembros, si se presenta en determinados vegetales o productos vegetales” [sic], más concretamente en la Sección II como “organismo nocivo cuya presencia se tiene constancia en la comunidad y cuyos efectos son importantes para toda ella” [sic].
Este Decreto también propone medidas a adoptar. Así, en su Anexo III, prohíbe la introducción de Prunusdestinados a la plantación excepto semillas procedentes de países no europeos; en el Anexo IV propone requisitos especiales para la introducción y desplazamiento de vegetales destinados a la plantación excepto las semillas originarias del exterior de la UE, estableciendo preceptiva una declaración oficial de que los vegetales son originarios de zonas exentas o bien que no se han observado síntomas de la enfermedad en la parcela de producción desde el principio del último ciclo completo de vegetación.
Si observamos el mapa de la distribución mundial de X. arboricola pv. pruni, se denota su presencia importante en todas las zonas templadas del planeta, tanto del hemisferio norte como del sur. A nivel de países productores importantes de fruta de hueso, solamente Chile muestra ausencia de enfermedad y, en cambio, la mayoría de los países europeos de la cuenca mediterránea han detectado su presencia. Resulta interesante su ausencia en países productores emergentes del norte de África, puesto que en este continente solamente Zimbawe y Sudáfrica han detectado el patógeno.
Oficialmente y según la EPPO, hasta la fecha en Europa se ha detectado su presencia en Austria (no confirmado), Chipre (no confirmado), Moldavia, Holanda (no confirmado), Suiza (no confirmado) y Ucrania. Se tiene constancia de haberse establecido en Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Italia, Rumanía y Rusia (parte europea).
La misma EPPO no menciona su presencia en Francia y España, aunque un informe de la Autoridad Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA), de 2014, cita su detección en ambos países desde 1995 y 2002, respectivamente, así como en Alemania y Bélgica. Por otra parte, en Francia se le ha dado importancia a esta enfermedad ya que el CTIFL (Centre Technique Interprofessionnel des Fruits et Légumes) tiene una publicación del año 2005 muy completa sobre ella.
El daño más visible de la mancha bacteriana es la defoliación prematura y severa provocada por la infección en las hojas, espectacular en muchas ocasiones, aunque el daño directo en los frutos, quizás no tan visible aparentemente, puede ocasionar pérdidas de cosecha muy importantes. Se mencionan pérdidas en fruto de hasta el 75% (citado por Dunegan en 1932), aunque pueden ser habituales pérdidas del 25-30% en plantaciones de variedades susceptibles al patógeno (Servizio Mercato e Svilupo Agricolo, 2008, respecto a datos recogidos de la región de Emilia Romana, Italia).
Como consecuencia de la defoliación, durante las campañas siguientes pueden ocurrir pérdidas de vigor en las plantaciones y el tamaño de los frutos suele ser más pequeño, de menor valor comercial. Si la enfermedad es persistente, incluso se puede comprometer la viabilidad de la misma plantación y la de los árboles, aunque raramente podría producir la muerte de éstos por las afecciones directas.
Otro efecto económico que puede ser importante es sobre la gestión de los viveros, puesto que incrementa los costes, los controles y puede impedir el mantenimiento de éstos en ciertas zonas próximas a las de producción.
Los síntomas se pueden presentar tanto en las hojas, brotes y frutos como en la madera de los mismos brotes, ramas y tronco, aunque sobre la manifestación de los últimos hay cierta discusión, ya que algunas publicaciones, sobre todo italianas, describen la ausencia de síntomas en madera de melocotonero y nectarina. Aunque no sabemos si esta apreciación es del todo cierta, hasta el momento tampoco hemos observado estos síntomas en plantaciones españolas de esta especie. Tampoco se manifiestan síntomas en flores.
En hojas de melocotonero se suelen apreciar unas manchas pardas, de pequeño tamaño y de forma irregular, que se distribuyen por las hojas a modo de un salpicado. Observadas con mayor detenimiento, las manchas suelen tener una forma poligonal y su tamaño no suele ser mayor de 5 mm de extensión, aunque la coalescencia entre ellas puede provocar como resultado manchas de mayor tamaño. El aspecto poligonal lo provoca el crecimiento de la infección cortado por diferentes nervios de la hoja, tanto los principales como los secundarios, hasta los más menores.
Cuando la infección es muy inicial las manchas suelen tener un color amarillento pálido, como de un verde degradado, que son casi imperceptibles. Estas regiones amarillentas también se manifiestan en manchas activas y en crecimiento. Con el tiempo las manchas iniciales se vuelven rojizas o marrones, destacando claramente respecto al limbo foliar. Finalmente, las lesiones provocan amarilleamiento de las hojas y su caída posterior.
El efecto de dispersión del patógeno y de la enfermedad a causa de la lluvia o las condensaciones de agua matinales se muestra en los márgenes y en las puntas de las hojas, que muchas veces acumulan lesiones y provocan, a su vez, un efecto de goteo y de nueva dispersión de la bacteria.
Las necrosis en hojas frecuentemente derivan en un cribado al desprenderse el tejido ya muerto, por lo que es necesario comentar que en algunas ocasiones los síntomas de la mancha bacteriana se pueden confundir con los del cribado provocado por el hongo Wilsonomyces carpophilus (Lév.) Adaskaveg et al., también conocido por su sinónimo Stigmina carpophila (Lév.) Ellis. Esta confusión con el hongo también se puede extender a los síntomas que se presentan en los frutos.
En frutos de melocotonero y nectarina los síntomas son de pequeñas lesiones en la epidermis, también irregulares, que en función del momento en que se produzca la infección, pueden derivar en agrietamientos. Los agrietamientos también pueden derivar en podredumbres fúngicas cuando los frutos están en la fase de madurez.
La mayoría de las publicaciones consultadas inciden en que X. arboricola pv. pruni pasa el invierno en los espacios intercelulares del córtex, el floema y el xilema de las infecciones en brotes, producidas durante el ciclo o los ciclos anteriores. Estos sitios pueden ser fuente de inóculo durante dos o tres años consecutivos.
En nuestras condiciones y para melocotonero y nectarina, en los cuales no se han observado hasta ahora chancros causados por esta enfermedad, aunque no los descartamos, parece más verosímil que sobreviva en las hojas infectadas y caídas al suelo, como ha ocurrido en algunas zonas de Francia e Italia. Se ha citado que la bacteria puede sobrevivir en hojas o restos de ellas después de siete y ocho meses desde el inicio de infección.
Sea cual fuere la fuente o las fuentes de inóculo primario, en primavera la bacteria inicia su fase de multiplicación. En caso de suceder en órganos de madera, la multiplicación bacteriana provoca la formación de chancros. En las hojas del suelo también se activa y multiplica.
Cuando las cantidades de bacteria son suficientes para producir infecciones, las lluvias primaverales transportan este inóculo desde sus fuentes hacia los estomas de las primeras hojas emergidas, provocando las infecciones primarias. Al madurar las primeras infecciones, generan lesiones con exudados que, nuevamente con lluvia y viento, serán las que producirán las infecciones secundarias en otras hojas y en los frutos en crecimiento.
Los ciclos infectivos se van sucediendo durante el verano hasta los meses de otoño (figura 2). Con raras excepciones se pueden formar durante el verano chancros en brotes y ramas. Al parecer existe una resistencia natural a su formación en este período. En otoño se pueden producir infecciones en brotes y ramos que no son sintomáticas, y que perduraran hasta la estación siguiente para generar nuevamente infecciones primarias.
Por otra parte existen colonizaciones epífitas de brotes y ramos donde la bacteria permanece latente, sin infectar, hasta encontrar condiciones adecuadas a su crecimiento y multiplicación en primavera. Esta fase epífita, pues, supone también una fuente de inóculo.
Durante el verano y también en otoño, las infecciones en hojas van produciendo su caída, con la consecuente defoliación prematura y, a veces, intensa. Estas hojas caídas al suelo pueden también suponer una fuente de inóculo importante para nuevas infecciones en primavera, incluso aunque no se conserven enteras.
En los lugares o parcelas donde no esté previamente presente la enfermedad, las primeras infecciones pueden venir de parcelas vecinas, cercanas o lejanas, o bien del material vegetal que se introduzca en la misma. Ocasionalmente el inóculo puede provenir de parcelas alejadas con motivo de tormentas violentas.
La intensidad epidémica de los síntomas en la plantación dependerá de la disponibilidad de inóculo para las infecciones primarias, más severos cuanto más inóculo, del comportamiento de la especie y variedad, y de las condiciones climáticas para la dispersión y para la infección.
De una forma simplificada, ante una variedad susceptible y presencia de lluvias en primavera y verano, la intensidad de los síntomas puede ser muy severa si ha habido enfermedad en la campaña anterior. Esta situación es bastante frecuente en nuestras zonas, con primaveras lluviosas, y se acentuará en los años con tendencia a tormentas estivales.
La cantidad de inóculo inicial es función de la intensidad de las epidemias del ciclo vegetativo anterior, cuanto más severas, más inóculo disponible. El comportamiento de cada especie no es igual, siendo, por ejemplo, las variedades de albaricoquero y nectarina normalmente susceptibles, pero el comportamiento del resto se debe evaluar cada variedad individualmente.
Respecto a las condiciones climáticas, durante el período vegetativo no suelen ser restrictivas en nuestras condiciones, con un óptimo de temperatura entre 24 y 290C. Como se ha comentado, son necesarias lluvias para la dispersión de la bacteria y ciertas condiciones de humedad para la infección, si bien éstas tampoco suelen ser un condicionante.
Siguiendo el ciclo del patógeno y de las epidemias se pueden intuir ya algunos puntos críticos que se podrían tener en cuenta para el control de la enfermedad. Los primeros serían relativos al patógeno, los segundos al ambiente y los terceros al material vegetal y a la plantación.
Enumeraremos las medidas de esta naturaleza que consideramos necesarias para el control de la enfermedad:
1. Utilizar material vegetal garantizado y libre de enfermedad.
2. Evitar establecer plantaciones en zonas de riesgo contrastado, con humedades relativas elevadas.
3. Si no existe alternativa o se desea plantar en zonas sensibles, más favorables a la enfermedad, plantar, si puede ser, variedades más resistentes.
4. En situaciones climáticas de riesgo elevado, de lluvias o de presencia de heridas, evitar el uso del riego por aspersión, riego antiheladas o microaspersión.
5. Efectuar una poda y abonado adecuados evitando densidades de vegetación elevadas.
6. En el momento de la poda, si hubiere enfermedad en una zona de la parcela, trabajar primero en las zonas no afectadas.
7. Destruir, si puede ser mediante quema, el material afectado por la enfermedad incluidas las hojas caídas al suelo.
8. Limpiar y desinfectar las herramientas de poda, maquinaria y vehículos, antes y después de trabajar en la parcela.
El conocimiento del comportamiento de las variedades frente a la mancha bacteriana es estratégico para la elección de éstas en el momento de la plantación. Así mismo es muy importante para plantear las estrategias de control de la enfermedad. Si la variedad fuera susceptible o muy susceptible deberíamos pensar en las estrategias de control en cualquier circunstancia en caso de detectar primeras infecciones. En cambio, ante una variedad resistente las medidas de control pueden ser muy laxas o, incluso, inexistentes, con el consiguiente abaratamiento de los costes totales.
Las medidas químicas autorizadas para el control de la mancha bacteriana en melocotonero y nectarina que aparecen hasta la fecha en el Registro de Productos Fitosanitarios del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente son escasas, solamente para la combinación específica frutales de hueso/Xanthomonas existe un producto registrado a base de Bacillus subtilis (producto comercial Serenade Max), pero no aparecen para este objeto formulados a base de cobre que suelen ejercer un efecto protector para otras bacteriosis.
Sin embargo, sí existen autorizaciones de productos comerciales que incluyen el cobre o el zinc (elaborados con materias activas ditiocarbamatos, como manzozeb o ziram) para otras enfermedades del mismo cultivo, las cuales tendrían un efecto indirecto sobre la mancha bacteriana en determinadas condiciones. El efecto del cobre, el zinc, o el combinado de ambos, se ha citado con efectividad contra la mancha bacteriana en algunos países.