Un país 100% ecológico reduce sus emisiones pero las genera fuera, ¿qué opinas de esta afirmación?

Si un país desarrollado se pasara a la agricultura ecológica de un día para otro podría reducir sus emisiones de CO2 y demás gases de efecto invernadero (GEI) en un 20%. Pero, dados los peores rendimientos de los sistemas orgánicos, la producción menguaría el doble. Así que, o sus habitantes se someten a una drástica dieta o tendrán que importar alimentos de fuera y, por tanto, provocar que otros emitan lo que ellos se ahorraron.

 

Esos son los principales resultados de uno de los escasos estudios a escala nacional sobre una posible transición completa a lo 100% orgánico. Pero hay expertos que sostienen que se puede escapar del dilema apostando por un consumo más racional y eficiente, desterrando el elevado porcentaje de comida que acaba en la basura.

El estudio, publicado esta semana en Nature Communications, ha modelado los rendimientos de los 12 principales productos agrícolas y los seis ganaderos de Inglaterra y Gales y las emisiones que estos llevan aparejados. En total, suponen el 98% de la tierra cultivada. Los autores usaron estadísticas oficiales del Gobierno británico y no disponían de datos completos del resto de integrantes de Reino Unido, Escocia e Irlanda del Norte. Para obtener sus resultados, los autores de la investigación tuvieron en cuenta todos los insumos y externalidades de la producción: desde los combustibles consumidos por unidad de producto (litro de leche, kilogramo de trigo…) hasta las emisiones de metano del estiércol.

Cultivo de colza oleaginosa en la finca Littlecote Park, Froxfield, Reino Unido.

Los resultados del trabajo cuestionan la oportunidad de un cambio así: Usando la misma tierra, de los 7 millones de toneladas (Tm) de trigo que proporciona la agricultura convencional se pasaría a 3,5 millones. La cosecha de colza oleaginosa prácticamente desaparecería de Inglaterra, pasando de medio millón de toneladas a 46.000. La producción de leche se reduciría en un tercio y la de carne de cerdo en tres tercios. Eso sí, las patatas, las zanahorias o las cebollas aumentarían sus rendimientos con sistemas de producción ecológica de forma clara mientras que la carne de vacuno y cordero subiría ligeramente, pero la producción de huevos bajaría a la quinta parte y la de carne de pollo en más de un 70%. Los totales son de 2010, último año con todos los datos disponibles.

En total, el rendimiento de todas estas toneladas medido en energía metabolizable, la energía neta de los alimentos (o piensos) disponible para los seres humanos o animales mediante la digestión, se reduciría en casi un 40%. Si la métrica son las proteínas ofrecidas, el porcentaje se acercaría al 36%.

“La agricultura en Inglaterra y Gales es en su mayoría intensiva, en niveles comparables a los de Francia, Alemania y otros países europeos”, dice el profesor del grupo de suelos agrarios de la Universidad de Cranfield (Reino Unido) y coautor de este estudio, Guy Kirk. Así que la transición a lo orgánico, conllevaría una drástica reconversión del campo inglés, con un marcado descenso de los rendimientos.

Lo positivo de estos datos es que, en paralelo, también bajarían las emisiones GEI de la campiña inglesa. En conjunto, los cultivos orgánicos reducirían la aportación de la agricultura inglesa al cambio climático en una cuarta parte. Mientras, la mejora de la ganadería ecológica sería más modesta, un 4%. Hay otras ventajas que el estudio menciona, pero no trata, como son el impacto positivo que lo ecológico tiene en la biodiversidad o en la salud, al evitar el uso de pesticidas químicos.

“Aunque los métodos de producción orgánica tienen innegable beneficios localmente, como la captura de carbono por los suelos o una menor exposición a pesticidas y una mejorada biodiversidad, tenemos que compararlos con la necesidad de una mayor producción fuera”, aclara Kirk.

El estudio estima que, al final, las emisiones netas totales (que incluyen las inglesas, las que se ahorran, las que ya generan fuera y las que generarían) aumentarían en un 56%.

FUENTE: https://elpais.com/elpais/2019/10/24/ciencia/1571900399_463062.html

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