INOCULAR ENCINAS CON ESPORAS DE TRUFA, UN NEGOCIO PARA PACIENTES
Acostumbrado a buscar trufas silvestres con su padre, Josep Maria Eroles fue uno de los primeros agricultores que confió en la recomendación del Centre Tecnológic Forestal de Catalunya de Solsona (Lleida) y decidió, con paciencia, inocular encinas y esperar que con el tiempo diera sus frutos.
Hace catorce años se convenció de que le daba más dinero 1 hectárea de encinas inoculadas que 1 ha de cereal. Invirtió unos 12.000 euros y después de recuperar lo invertido, ha conseguido consolidar una actividad complementaria a sus cereales y a su explotación de porcino. Parte de la inversión se la ha llevado el vallado de la finca, imprescindible para evitar los daños de los jabalíes.
“Fue una manera de complementar las rentas y aprovechar unas tierras en las que dejé de cultivar cereal. Estas tierras son buenas para la trufa que se desarrolla bien a partir de 600 metros de latitud, siendo su óptimo sobre 1.000 m. Además, prefiere los suelos con elevado contenido en grava, que permiten un buen drenaje”, comenta Josep Maria.
“En 2,5 hectáreas de producción en secano se obtienen unos ingresos de 5.000 euros en un año bueno, pero con agua las cifras son mucho mayores”, explica el productor leridano, responsable en su comarca del sindicato Unió de Pagesos. “Estamos decididos a hacer pozos”, afirma.
A quienes quieran empezar con este cultivo, Josep Maria Eroles les recomienda prestar mucha atención a las labores del suelo, sobre todo los primeros ocho años de la plantación. “Hay que arar de vez en cuando, quitar las malas hierbas y cavar con azada, una a una, las encinas durante los ocho primeros años”. En su finca, con 300 encinas por hectárea ha recogido alguna trufa espectacular, de medio kilo, de las que dice que “hay muy pocas”.
Josep Maria Eroles empieza a recoger los frutos de muchos años de trabajo. Sobre la ubicación de su finca prefiere no dar muchos detalles. “Hay robos algunas veces, por lo que es mejor no concretar dónde está la finca”.
El responsable del investigador del Centro Tecnológico Forestal de Cataluña, Daniel Oliach, insiste en que el cultivo de la trufa funciona y es rentable en parcelas de vocación agrícola de zonas de media montaña. “Hemos tenido unos años en los que se han estado plantando unas 1.000 hectáreas anuales. En España ya se cultivan entre 15.000 y 18.000 hectáreas, mayormente concentradas en Aragón, sobre todo en Teruel con entre 7.000 y 8.000 hectáreas y en Huesca con 1.400 ha. Además, es un cultivo muy repartido, aunque ya hay agricultores que dedican 15 o 20 hectáreas”, explica.
Cataluña tiene plantadas unas 800 hectáreas, de las que un 70% se hayan en tierras leridanas, la mayor parte en La Noguera, El Solsonès y algunas fincas en el Alt Urgell, y se han creado dos viveros en Lleida.
Debido a la sequía y a la dependencia de la trufa silvestre, España producía entre 10 y 15 toneladas de trufa al año. Pero con la entrada en producción de las nuevas plantaciones, en los últimos dos años la cifra ha llegado a las 45 toneladas. Este año los precios son muy buenos. El año pasado la media de pago directamente al productor estaba entre 200 y 300 euros por kilo y este año llegará a los 500 euros/kg por la sequía generalizada en Europa. Falta trufa y hay un ligero incremento de la demanda. “La crisis global –afirma Oliach– trajo años de precios muy moderados y este año se pide más, aunque también es verdad que no ha habido setas ni trufas de otoño, y eso influye, la gente tiene más ganas de consumir”.
Es un cultivo en alza, que aunque empezó como complemento a otras actividades, ya hay profesionales que se dedican a él en exclusiva. Este dinamismo empieza a crear actividad alrededor del mismo: viveros que producen planta micorrizada, empresas que comercializan la fruta en fresco o en productos elaborados y agricultores que directamente están exportando ellos mismos. Y sobre todo, los productores que tienen regadío en sus parcelas, lo que genera una producción garantizada y estable, han dado el salto comercial.
La familia de Oliach ha realizado una plantación de 12 hectáreas, aunque todavía una gran parte no ha entrado en producción. “Para recolectar la trufa, han de pasar casi diez años, durante los cuales no obtienes ningún beneficio, pero vale la pena”, explica.
A Josep María, la búsqueda de la trufa le viene de familia, y desde pequeño está acostumbrado a buscar trufas silvestres con su padre y con su abuelo. “Ahora el trufero soy yo, hacemos venta directa por página web y en tiendas de proximidad. Hemos empezado en España y ahora estamos exportando a Italia, Francia, Suecia, abriendo un poco mercado”, explica.
“Tenemos que ser conscientes de que vamos a producir bastante más trufa de la que consumimos, y nuestro mercado de exportación es totalmente dependiente de las empresas francesas, a las que se exporta el 90% de nuestra trufa. Pero es que además, las empresas francesas a las que vendemos nuestra trufa, la clasifican y venden por el mundo como si fuera francesa. Y hay que tener en cuenta que gracias a las mejoras en las técnicas de cultivo, la trufa española ya ha conseguido los mismos precios que la trufa francesa, debido a su elevada calidad”, alerta Oliach.
En los dos últimos años, algunos agricultores empiezan a “saltarse” Francia y venden directamente en Alemania e Inglaterra, EE.UU e incluso en Australia. Un buen ejemplo, lo tenemos en Dídac Espasa, uno de los productores que se ha lanzado a vender directamente la trufa que cultiva en Vimbodí (Tarragona) con su marca Tòfona de la Conca. Tiene plantadas 12 hectáreas aunque la mayoría son jóvenes y todavía no producen.
Para el investigador del Centre Tecnológic Forestal de Catalunya hace falta incidir en el consumo interno. “Es necesario que se conozca más el producto. Si es un producto que conoces, lo haces tuyo y lo puedes vender mejor porque explicas una historia. Es un valor añadido que en España no damos. En cambio en Francia sí, porque tiene cultura de la trufa”.
Pero por lo demás todo son ventajas. Es un sector muy vivo, al que se está incorporando mucha gente joven en zonas rurales muy deprimidas. Algunos viven en ellas y otros vienen de fuera, en su mayoría, Ingenieros Agrónomos o de Montes, que conocen esta oportunidad y dan el salto. “Se van a vivir a zonas rurales, alquilan o compran terreno y empiezan a comercializar trufa. Y están consiguiendo muy buenos resultados”, acaba.