EL ÚNICO CAFETAL DE EUROPA ES CANARIO…Y RELAJA
No todos los cafés nos aceleran, activan, ponen nerviosos. Hay algunos que respiran tranquilidad y transmiten sosiego, buen rollito. Son los que busco. Los que he venido a descubrir al Valle de Agaete, en el noroeste de la isla de Gran Canaria. Los únicos cafetales de Europa, de la Unión Europea para ser geográficamente exactos. Aunque paseando por la plaza del barrio de San Pedro, dominado por las fortalezas pétreas del macizo de Tamadaba, en un paisaje tropical donde abundan papayas, mangas, naranjas, aguacates y tabaco, más parece que estemos en Costa Rica, Jamaica o Colombia que en medio del Atlántico y a tan sólo 200 kilómetros del desierto del Sáhara.
El café encierra en este valle un sabor antiguo. Se trata de una tradición surgida en el siglo XIX y por suerte a resguardo gracias a los más de 40 agricultores empeñados hoy en día en el cuidado artesanal de sus cafetos, como aquí llaman a las plantas del café.
Pero que nadie se espere grandes explotaciones. Todo lo contrario. La producción apenas supera los 10.000 kilos, por lo que prácticamente no llega a las tiendas. Hacerse con un paquete es un lujo.
Cuento como guía con Víctor Lugo, presidente de la Asociación para el Fomento y Desarrollo Agropecuario del Valle “Agroagaete” y entusiasta cafetero canario además de bodeguero. Un maridaje perfecto éste de vino y café pues aquí los cafetales, que necesitan sombra para prosperar, crecen en empinados bancales bajo las parras de uvas, además de bajo naranjos, mangos, guayabos y aguacates.
Esa olorosa sombra es la primera gran sorpresa que me encuentro. La segunda viene de la exclusividad del producto. La variedad cultivada aquí es la “Arabica Typica”, procedente de Etiopía, pero que a finales del siglo XVIII llegó a Canarias desde América a través del Jardín de Aclimatación de La Orotava fundado por el rey Carlos III. Considerada una de las variedades de café más antiguas y exquisitas, su delicadeza, escasa producción y vulnerabilidad a las plagas la tienen hoy en desuso en la mayoría de los países productores. No aquí, donde el aislado microclima especial de Agaete mantiene lejos a las plagas y permite algo tan maravilloso como cultivarlo todo en ecológico. O mejor dicho en salvaje, pues los arbustos no se podan y el riego y abonado son los que reciben los cultivos con los que se asocian.
La tercera gran sorpresa de este café canario es lo artesanal de su producción. Los frutos son recolectados durante meses a mano, sin prisa pero sin pausa, seleccionándolos uno a uno en su momento óptimo de madurez. “Como éste”, me señala Víctor, arrancando uno con forma de pequeña cereza roja que me ofrece directamente para que lo pruebe en verde. Es un inusual placer gastronómico, pues en la boca la frutilla provoca un estallido dulzón de sabores increíbles, desde el chocolate al kiwi o el albaricoque pasando por el pimiento verde, pero curiosamente no a café.
Secaderos hondureños
Casi al pie de las matas están los secaderos, por llamarlos de alguna manera, pues son tan sólo un par de mesas de madera con bandejas al sol y cubierta de cristal que incluyen ruedas en las patas para ir moviéndolos a lo largo del día evitando las sombras. “Es un modelo que hemos copiado de uno que vi en Honduras”, me confiesa Víctor. Hasta entonces, y todavía hoy en muchas casas de valle, lo normal era secar el café en las azoteas.
A los tres años de plantarse un cafeto empieza a dar los primeros frutos. A partir de los siete años la planta ya es adulta y produce unos siete kilos de café verde al año, necesitándose varias pasadas para ir eligiendo sólo los maduros, que luego hay que secar 25-30 días y después tostar.
Para tostar un kilo hacen falta siete kilos de cerezas, la producción de una planta entera. Por eso es tan poco rentable este cultivo.
Tostadora heroica
La tostadora de café que tienen en la Finca La Laja de Los Berrazales, más que artesanal es heroica. La han ideado entre dos amigos mañosos ya entrados en años y experiencia: Inocencio Lugo, más conocido como Censio, padre de Víctor, y Guillermo Mendoza, más conocido como Tito, 62 años y amigo del alma de Censio.
Entre ambos han apañado dos barriles de cerveza, los han cortado y después soldado, le han metido dentro un sinfín que mueven con el motor de una lavadora, y para darle fuego emplearon los quemadores de gas de la cocina de un restaurante venido a menos. Increíble pero funciona. Con este artefacto tuestan los casi 2.000 kilos que producen en la finca al año. El intenso olor que desprende certifica su eficacia. Absolutamente maravilloso.
Café relajante
Lo bueno de los viajes no es patear rincones para fotografiarlos compulsivamente. Yo quería comprobar si es verdad que este café relaja. Y su confirmación fue lo mejor del día gracias a la ayuda inestimable de Tito.
Esperamos a que se fueran los últimos visitantes de la bodega Los Berrazales. Víctor tenía una reunión y al final nos quedamos Tito y yo solos bajo una gran parra.
“¿Quiere probar el café?”, me ofreció sin rodeos. “Venga”, le respondí yo como si fuéramos amigos de toda la vida.
Influyó sin duda la compañía y el momento, pero os aseguro que nunca he probado un café más exquisito. Ni el Blue Mountain ni el Kona de Hawaii. Oro negro en taza de duralex bajo un fresco emparrado, hablando casi a susurros de cafés y de la vida mientras ésta pasaba lánguidamente por el Valle de Agaete en busca del atardecer. ¿Hace otro café?
FUENTE: http://blogs.20minutos.es/cronicaverde/2016/09/18/el-unico-cafetal-de-europa-es-canario-y-relaja/