EL LABORATORIO ECOLÓGICO

El Hierro quiere ser un laboratorio para ensayar una economía equilibrada, en busca de la prosperidad duradera. Quiere ser una isla cuya vida se rija por entero por criterios ecológicos. Su central hidroeólica Gorona del Viento, por ejemplo, llega a abastecer con energías renovables hasta un 70% de la demanda, lo que la ha convertido en referencia mundial. La amplia gama de actividades económicas es un atractivo para quienes sienten como un lujo el disfrutar de una vida natural.

En esta isla no hay vallas publicitarias en las carreteras, lo que deja su primitivo paisaje desnudo, envuelto en olas abismales visibles en cada curva, en brumas que se mueven a cámara rápida entre ráfagas de luz cambiante sobre montañas en las que el suelo verde apenas esconde la lava fosilizada.

No hay semáforos, radares, grandes mercados ni franquicias de comida rápida. El ruido del mar, los olores del campo, las nubes mecidas por el viento se imponen a cualquier artificio humano. Hasta se echa de menos el omnipresente plástico peninsular.

Desde el mirador de la Peña, en Valverde, al norte, un simple vistazo permite entender la identidad de la isla (de 20 km de ancho y alturas de hasta 1.501 metros), donde el zarpazo geológico de un gran deslizamiento convirtió el Risco de Tibataje en un balcón al Atlántico, un gran anfiteatro sobre un llano de profundidades vertiginosas.

El Hierro, la última isla canaria en emerger, no tiene ríos, y es tan joven que la erosión no ha tenido tiempo de dejar su huella en forma de sedimentos sobre el mar. El sol no cae sobre arenas calientes, sino sobre restos de volcanes fríos. Su juventud geológica la predestinó a huir de un modelo turístico dependiente del sol y la playa.

Y si los herreños practican la autosuficiencia es porque ya estaba en su ADN de indígenas bimbaches prehispánicos, entre otras razones, por la escasez de agua y por organizarse en minifundios, donde la economía es la casa, la agricultura y la ganadería. La cultura de subsistencia se resume en la Mudada, el tradicional y cíclico cambio de residencia efectuado (hasta hace 40 años) por una población que bajaba desde los asentamientos de montaña a 1.200 metros hasta el valle del Golfo: una trashumancia en la que familias, ganado y enseres bajaban en verano hasta las tierras llanas por caminos verticales, hoy reconvertidos en senderos para amantes de la naturaleza.

Su personalidad conservacionista se acabó de modelar en las movilizaciones de los años noventa del siglo pasado contra el proyecto de una estación lanzadera de pequeños satélites (en El Julán, al sur), promovido por el Instituto Nacional de Técnica Aerospacial y cuya construcción hubiera comportado la evacuación de poblaciones cercanas, por razones de seguridad. Varios miles de manifestantes se opusieron al cambio de identidad de la isla. La movilización fue la semilla que dio lugar en 1997 al primer plan de desarrollo sostenible. Con él, el Cabildo Insular ha ensayado los caminos de una economía consciente de los límites biofísicos y de que el mayor capital es el patrimonio natural y cultural. Quiere que ese criterio ambiental penetre en todos los ámbitos de la gestión: turismo, energía, pesca, edificación, transporte, residuos…

Turismo respetuoso

“Aquí siempre se ha vivido de manera autosuficiente. Mientras que otras islas apostaron por el turismo de sol y playa y de masas, esta es una isla con valores naturales distintos. Se ha optado por un turismo respetuoso con el medio ambiente y que busca integrar a los venidos de fuera”, dice César Espinosa, responsable técnico de la reserva de la biosfera y geoparque El Hierro.

Por eso, la isla ha buscado atraer a visitantes que valoren sus atractivos naturales, que aprecien su identidad singular, que busquen la convivencia con la naturaleza y deseen integrarse en su modo de vida. Este consenso social y político dio lugar a que El Hierro fuera declarada en el año 2000 reserva mundial de la biosfera por la ONU, lo que comporta un compromiso de mantener los valores naturales de la isla y un cuidadoso plan para gestionar sus recursos.

Punta de lanza de esta filosofía es la central hidroeólica de Gorona del Viento (Valverde), inaugurada en el 2014, un proyecto promovido por el Cabildo con el fin de lograr la autosuficiencia energética de la isla, pues esta no tiene conexión eléctrica con el resto de Canarias y dependía al 100% del fuel llegado en barcos hasta la térmica de Llanos Blancos (Valverde).

 

Energía renovable

La central tiene un doble sistema de producción de electricidad verde. En primer lugar, el parque eólico suministra electricidad a la isla y utiliza una parte de esa energía para impulsar agua almacenada en un depósito inferior y llevarla hasta un depósito superior. Así, cuando no hace viento, se puede dejar caer el agua desde arriba y se turbina para producir electricidad. Si no hay viento o se prevé que habrá poco, se conecta la térmica de fuel.

El objetivo es lograr el 100% de la electricidad renovable. Ya ha habido meses en que el viento (el parque eólico) y el agua (un salto hidroeléctrico) han aportado casi el 70% de la demanda eléctrica, lo que ahorra la importación masiva de gasóleo para la central térmica, que sirve de respaldo. El 45% de la electricidad de la isla se emplea para desalinizar el caudal del mar e impulsar el agua potable hasta zonas elevadas de la isla.

Tomás Padrón, uno de los impulsores de la central de Gorona del Viento mientras estuvo al frente del Cabildo de El Hierro (1979-2011), admite no obstante que el porcentaje de energía renovable de la central está lejos del “100% renovable” buscado; pero está orgulloso de que en agosto del 2016 se alcanzaran las 500 horas con toda la electricidad entregada a la red renovable, “sin un gramo de energía fósil”.

El Cabildo impulsa también la agricultura y la ganadería ecológicas, o la protección de los recursos marinos, garantizada con la reserva pesquera Punta de La Restinga, donde no está permitida la pesca profesional sino sólo con anzuelo individual y el buceo. La isla está considerada uno de los mejores destinos mundiales para las inmersiones submarinas.

No obstante, el gran reto es sostener este modelo conservacionista en un contexto de insularidad y cuando no está superada del todo la crisis sísmico-volcánica del 2011.

Belén Allende, presidenta del Cabildo Insular (Agrupación Herreña Independiente), transmite la fuerza de esas mujeres que imponen autoridad con su rotunda presencia. Habla de los déficits estructurales de la isla (como un 27% de paro) y se muestra torrencial cuando denuncia la discriminación por la doble insularidad que sufren los jóvenes de El Hierro, que tienen más dificultades para acceder a los ciclos superiores de formación o no tienen las mismas oportunidades en materia de deporte o cultura que los demás españoles. Es enérgica insistiendo en que no tolerará un reparto de los fondos del Gobierno canario que discrimine la isla por su escasa densidad demográfica y defenderá la igualdad de derechos de los herreños.

 

El reto demográfico

A sólo 5 km de la costa (frente al puerto de La Restinga), una embarcación de los guardas de pesca marítima del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente permite navegar por encima del volcán que estuvo a punto de emerger hace poco más de cinco años. Un grupo de delfines y calderones deja ver su lomo sobre las aguas transparentes. El cono volcánico queda a sólo 80 metros por debajo de la superficie del mar. En octubre del 2011, los temblores en esta zona causaron una crisis no superada. Los evacuados de La Restinga sembraron el fantasma de la despoblación, que pesa aún como una losa psicológica.

La isla tiene 10.587 habitantes censados (2015), el 0,5% de la población canaria, pero la población real es muy inferior. Todo el mundo hace cábalas y tiene datos de buena tinta sobre el número real de habitantes. Al menos, una decena de interlocutores dicen que no debe de haber más de 7.000 almas. Verdad o mentira, cada número estimado es el termómetro del estado de ánimo de cada cual.

La crisis sísmica del 2011 se solapó con la crisis económica (al finalizar las grandes infraestructuras de la isla), con lo que se han amplificado sus efectos. El Hierro se hizo sinónimo de terremotos. “Se redujo el turismo, cerraron empresas, cayó la construcción y muchos se vieron obligados a irse, incluso al extranjero”, relata Amado Carballo, el único consejero del Cabildo de Podemos. Ahora, se aprecian signos de recuperación (en el 2016 aumentó un 6,6% el número de pasajeros por vía aérea, un 15,4% por vía marítima y un 140% el de cruceristas). Pero el desánimo es patente.

Una brecha separa el discurso oficial del de algunos testimonios. Pedro Cabrera practica la agricultura ecológica en su finca de 8.000 m2 de La Frontera (frutales, manzanos, mangos, plátanos, melocotones, papayas, papas…); tiene una pequeña tienda con productos certificados y los vende también en los mercados. Se queja de que las prácticas agrícolas respetuosas no se han desarrollado suficientemente –“hay una sobrecarga de productos químicos” en algunos cultivos, dice– y de que la dependencia alimentaria del exterior es desproporcionada.

“Los números no me salen”, dice. Se muestra apesadumbrado, pero de golpe su cara se ilumina al aparecer un matrimonio venido de Helsinki cuyos dos pequeños arrastran a sus padres al corral, ansiosos para dar de comer a las ovejas.

 

Economía e identidad

Como él, muchos herreños complementan su renta con las estancias de familias extranjeras que llegan hasta aquí para disfrutar de esta inmersión rural y disfruta una eterna primavera. Pero ¿con estos obstáculos es posible un desarrollo duradero? El Gobierno del Cabildo afirma que se han puesto las bases para una economía perdurable que huye del monocultivo turístico y que pone todo el acento en los proyectos de calidad. Por eso, El Hierro no quiere compartir la imagen de marca del turismo canario, sino complementarlo. “Al Gobierno de Canarias le pedimos que nos deje mantener nuestra diferenciación turística”, explica Belén Allende, que reclama un sello propio para las ferias de turismo internacional, porque “nosotros sumamos más a la marca Canarias de lo que Canarias suma a la marca El Hierro”, agrega.

La línea futura está trazada. “El objetivo debe ser seguir investigando, innovando en energías renovables”, dice Tomás Padrón, convencido de que el proyecto de Gorona de Viento debe continuar. “Debemos ampliar el almacenamiento hidráulico del depósito de agua inferior, así como introducir nuevas fuentes renovables para aprovechar la fotovoltaica, el calor de la geotermia y las energías de las olas, para lograr ese 100% renovables de manera permanente”, añade.

 

Movilidad sostenible

Entre los proyectos de futuro destaca el plan director de movilidad sostenible, que persigue sustituir los vehículos convencionales por eléctricos abastecidos con energía renovable procedente de la central hidroeólica. Está en proyecto una red de puntos de recarga para vehículos eléctricos que cubrirá toda la isla. Y también se activa el plan de residuo cero, que introducirá la recogida de basura orgánica puerta a puerta para mejorar la tasa y la calidad de la recogida. Son otras contribuciones a la mitigación del cambio climático.

Alpidio Armas, jefe de la oposición en el Cabildo (PSOE), sostiene que su partido defiende el ideario de un desarrollo perdurable –“El Hierro tiene muy definido su camino”, afirma–, pero discrepa sobre “cómo se ha puesto en funcionamiento este concepto, pues se ha insistido mucho en la sostenibilidad, pero nos falta desarrollo”. Por eso, propone que el turismo (“respetuoso, ecológico”) sea el verdadero motor que mueva la economía local.

Es un clamor la idea de que cualquier nuevo impulso turístico exige abaratar el transporte a la isla. “Es más fácil volar de Berlín a Tenerife que de Tenerife a El Hierro”, repiten los consultados. “Debe ampliarse el aeropuerto y subvencionarse el transporte aéreo para los no residentes; si no, estaremos muertos”, insiste Armas.

Otra semilla ha sido sembrada al ser incorporada la isla a la lista de enclaves de la red global de geoparques, lo que exige definir los lugares de interés geológico y promover actuaciones de difusión de ese patrimonio. Las rutas y el senderismo geológico son otro atractivo del modelo de turismo activo.

 

Población foránea

La isla vive en continua renovación. El éxodo de herreños se compensa con la llegada de una población foránea (ni hippies amargados ni anticapitalistas marginados) que busca aquí una vida relajada: profesionales liberales que pueden permitirse el lujo de vivir con poco. Muchos visitantes practican una simplicidad voluntaria mientras emprenden un reciclaje personal y vital.

“Me enamoré de esta isla, de su naturaleza; me inspiró un profundo deseo de cambio. Me tocó algo muy profundo. Aquí estaba la esencia de lo que estaba buscando”, señala Christina Teuthorn, una periodista radiofónica alemana que reside desde agosto del 2016 en Echedo. En esta punta norte, ella vive su proceso de adaptación junto a su compañero Karsten Mohr, instructor de buceo al aire libre. Teuthorn, natural de Munich, ha ejercido el periodismo desde hace más de 20 años y sigue colaborando con la cadena de radio oficial alemana ARD. Había hecho decenas de reportajes sobre medio ambiente en los que mostraba testimonios y buenas prácticas para proteger la naturaleza. “Me di cuenta de que lo que yo quería era realizar todo eso yo”, dice en la terraza de su casa, frente al mar, visible en un rango de 200 grados.

“Lo que más me gusta es que cuando haces algo, puedes ver los resultados; te sientes parte de una comunidad”, señala Sabine Willmann, quien visitó El Hierro por primera vez en 1979. “Quedé enamorada de la isla”, dice esta exmaestra de Hamburgo, dueña de un grupo de casas de alojamiento rural en El Sitio. Willmann ha promovido casArte El Hierro, un espacio pensado para que artistas, intelectuales y pensadores tengan un lugar de acogida para compartir la reflexión y la creatividad. Ella representa muy bien a esa generación de alemanes que creyeron descubrir que la utopía ecologista era realizable en El Hierro.

Aquí reescriben también su vida la cineasta Dácil Pérez Guzmán (Sevilla, 1965), que revive el escenario libre de su infancia en compañía de su hija adoptiva; o el músico y compositor Torsten de Winkel (Frankfurt, 1965), un desilusionado del show business. De Winkel, promotor del festival anual Bimbache openART, está convencido de que la sostenibilidad puede llegar con la palabra, pero también proclamarse desde “la isla del fin del mundo” mediante la fusión del jazz, la guitarra y la percusión con el folklore herreño.

 

 

 

FUENTE: http://www.magazinedigital.com/historias/reportajes/especial-medio-ambiente-laboratorio-ecologico

 

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