El calentamiento dispara las plagas de los cultivos.
La crisis climática, producida por el aumento de las temperaturas, comienza a tener una incidencia directa en las especies agrícolas y ganaderas en España. No se tiene constancia aún de que haya desaparecido algún cultivo determinado, pero los científicos sí han comenzado a alertar sobre la multiplicación de plagas que castigan a las plantaciones y a los pastos, lo que, por ende, afectará a los animales.
No es algo nuevo ni sorprendente. La biodiversidad mundial ha disminuido alarmantemente en medio siglo: más de 25.000 especies (casi un tercio de las conocidas), están en peligro de desaparecer, un 10% directamente por el cambio climático. Se estima que un tercio de los corales, de los moluscos de agua dulce, de los tiburones y de las rayas, así como una cuarta parte de todos los mamíferos, un quinto de todos los reptiles y un sexto de todas las aves se dirigen a su desaparición, según los últimos informes oficiales.
Mitigar los efectos
El Instituto Valenciano de la Investigación Agraria y entidades de toda España se han puesto las pilas y trabajan, casi a contrarreloj, para mitigar los efectos de las plagas, porque se ha demostrado que el cambio climático rompe el equilibrio biológico al fortalecer, incluso, a estos insectos frente a otros que actuaban como fitosanitarios. Es decir, que el calentamiento está debilitando a los que velan por el equilibrio agrícola y fortalece a los que buscan destruirlo. La situación es grave: estudios internacionales alertan de que por cada grado de aumento de las temperaturas pueden producirse mermas de entre el 10% y el 25% en las cosechas, dependiendo de las zonas.
La razón es que el calentamiento del clima provoca también el cambio de metabolismo de los insectos, favoreciendo su reproducción y una mayor agresividad. De momento, cítricos y manzanos son los más afectados, junto a los almendros y los olivos, machacados por la Xylella fastidiosa.
Debido al calentamiento global, las temperaturas promedio han aumentado en aproximadamente 0,8 grados desde principios del siglo XX. Para finales del siglo XXI se prevé un aumento adicional de casi tres grados para la temporada estival en la cuenca mediterránea. Y los insectos se ven directamente afectados por la variación de la temperatura ambiente.
En los últimos años se ha comprobado cómo algunas especies de climas tropicales están ampliando su expansión debido a este cambio climático. En este sentido, se prevé que especies altamente adaptadas a condiciones áridas (altas temperaturas y bajas humedades) aumenten su presencia en los próximos años. El ejemplo más claro es la araña roja, que aumentará su incidencia en los cítricos a medida que suban las temperaturas. La araña roja es una de las muchas variantes de ácaros que se alimentan de plantas habituales en ambientes secos.
Es muy pequeña, se puede ver a simple vista como unos pequeños puntos rojizos en las hojas o en los tallos. Los adultos miden alrededor de 0,5 milímetros. Durante el verano está en sus primeras fases (larva, protoninfa y deutoninfa) y tiene una coloración marrón verdosa con dos manchas más oscuras en los laterales, pero cuando se aproxima el invierno la araña se vuelve adulta y su coloración se aproxima al rojo intenso.
Alberto Urbaneja, coordinador del centro de Protección Vegetal y Biotecnología del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias, subraya que «es un hecho que el cambio climático va a favorecer la aparición de plagas de otras latitudes, eso es indudable, y se ha comenzado a notar en países como Holanda. Los insectos atacan los cultivos y se hacen mucho más fuertes frente a sus depredadores, como ya está sucediendo con las arañas rojas en el caso de las clementinas», añade.
Los expertos opinan que es probable que el impacto del calentamiento global sea más importante en los niveles superiores de la cadena alimentaria, que a su vez dependen de la capacidad del nivel inferior para adaptarse a estos cambios. Ese es el caso de los parasitoides, cuyos ejemplares inmaduros se alimentan y desarrollan en huéspedes en los que establecen unas relaciones que dependen de factores como la temperatura.
Aparecerán nuevas plagas de origen tropical, que se desplazarán a zonas templadas. Y tendrán gran importancia aquellas que, además, sean vectores de virus.
Pero, además, algunos insectos llegan cada vez más temprano. Se han realizado estudios para medir cuánto se adelantará la llegada de algunas plagas en los próximos dos años, y ese adelanto oscila entre los cinco y los nueve días para la Carposina sasakii, la Grapholita molesta y Phyllonorycter ringoniella en los cultivos de manzana.
Asimismo, está demostrado que temperaturas más altas aceleran el ritmo metabólico de los insectos, con lo cual es previsible un incremento en el número de generaciones en plagas y en ciclos en enfermedades. Algunos estudios estiman que un aumento de dos grados en las zonas templadas del planeta podría significar hasta cinco ciclos biológicos adicionales de determinadas plagas.
También cambiará el efecto de los tratamientos fitosanitarios sobre estos insectos, pues con el aumento de la temperatura los pesticidas son más activos, pero se degradan más rápidamente. O incluso a partir de ciertas temperaturas pueden aumentar su toxicidad. Por ello, se opta por incrementar las medidas de prevención buscando, por ejemplo, variedades hortícolas más resistentes a las plagas. En todo caso, aumentará el coste de los tratamientos.
Para Jorge Olcina, climatólogo y presidente de la Asociación Española de Geógrafos, el cambio climático va a suponer transformaciones, principalmente, en los ciclos vegetativos, de los cultivos españoles. En los últimos veinte años ya se están notando cambios en las fechas de recolección de algunos cultivos, como la vid, que se habría adelantado como media de diez días desde el 2000.
Variedades más resistentes
«El mensaje catastrofista de que se va a acabar la agricultura mediterránea no se ajusta a la realidad que están señalando los modelos de cambio climático para España. Sí es cierto que se modificarán los ciclos de cultivo y se podrán introducir variedades más resistentes a las altas temperaturas y al descenso de precipitaciones». Para Olcina, «va a ser también una oportunidad para la investigación agronómica en España. Va a ser necesario conseguir variedades más resistentes a las altas temperaturas de verano y al descenso generalizado de precipitaciones».
El Ministerio de Agricultura sostiene, por su parte, que las técnicas de gestión ganadera tradicionales pueden ser potentes herramientas de adaptación al cambio climático y de conservación de los ecosistemas españoles, al basarse en la búsqueda de la eficiencia en la utilización de los recursos. Es decir, la gestión tradicional de los pastores tiene la facultad de minimizar la magnitud del impacto de la ganadería sobre el clima a través del aprovechamiento sostenible de los variados recursos de pastos. El movimiento del ganado consume las distintas formaciones vegetales en su momento óptimo y proporciona una enorme variedad de servicios ecosistémicos a la sociedad. Por ello, los expertos ven imprescindible que se reconozca la dignidad de las profesiones ligadas al sector (pastores, ganaderos,…) y se evite la pérdida completa de la rica cultura pastoril de nuestro país.