Cóctel de bacterias con fresas: se descubren 150 tipos de microorganismos que ayudan a que las fresas crezcan y que necesiten menos agua para crecer.
Las fresas que hoy llegan a los hogares españoles y a uno de cada tres del resto de Europa proceden de la provincia de Huelva, la mayor productora nacional y una de las primeras del mundo, según los datos de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAOSTAT). Esta producción, de extraordinario valor económico y social, se genera en gran parte en un territorio que rodea el Parque Nacional de Doñana, un patrimonio mundial reconocido por la Unesco por su alto valor ecológico. Conciliar estas dos realidades ha llevado a un grupo de investigadores de las facultades de Biología y Farmacia de la Universidad de Sevilla a desarrollar una fórmula que permita cultivar esta fruta con un 30% menos de agua, con una capacidad de producción similar sin que merme la calidad y sin necesidad de la utilización generalizada de fertilizantes y plaguicidas químicos. La receta: un cóctel de bacterias y el conocimiento detallado del funcionamiento de las plantas.
El agua es el bien más preciado en Doñana. De ella depende su existencia. El ecofisiólogo Enrique Mateos, natural de Hinojos, un pueblo de la zona, ha crecido en un entorno agrícola donde la tensión entre el desarrollo y la conservación es habitual. “Se nos ocurrió estudiar los aspectos microbiológicos en las plantas de las marismas [ecosistema predominante en la zona], investigar el comportamiento de la vegetación en situación de estrés por falta de agua o por la alta salinidad y los mecanismos que les permiten desarrollarse en entornos tan peculiares, tan hostiles”, comenta Mateos.
Trabajadores de un campo de fresas en Huelva. ALEJANDRO RUESGA
El proyecto comenzó en diciembre de 2016 con financiación del Programa Estatal de I+D+i Orientado a los Retos de la Sociedad (MINECO Proyecto CGL2016-75550-R Feder) y ha continuado en colaboración con un equipo de Farmacia para trasladar los hallazgos sobre la vegetación estudiada, tolerante a la sequía o a la salinidad, a una producción clave para España como es la fresa y en un entorno de especial relevancia, gracias al proyecto financiado por el Programa Operativo Fecer Andalucía (Feder_US_126203). “Más del 70% se cultiva en el ámbito de influencia de Doñana y nos propusimos ayudar a un cultivo de extraordinario impacto social y económico”, relata el investigador.
El actual modelo de producción de fresa, caracterizado por el uso intensivo del terreno y por la necesidad de emplear gran cantidad de agua, plaguicidas y fertilizantes químicos para mantener la producción, se ha relacionado con diversos problemas medioambientales como, por ejemplo, la contaminación de las aguas subterráneas por el lixiviado del exceso de residuos derivados de los procesos de fertilización química o el control de patógenos. Para evitarlo, durante los últimos años se ha innovado en diferentes técnicas de cultivo, como el biocontrol de patógenos mediante el empleo de microorganismos del suelo. Pero en gran medida, se ha infravalorado el potencial de los microorganismos como herramientas para mejorar la tolerancia de los cultivos a la escasez de agua o a la mayor concentración salina.
En ese campo entró el equipo de la Universidad de Sevilla, que ha aislado, identificado y caracterizado hasta 150 cepas de bacterias beneficiosas, con capacidad de promover el crecimiento y la tolerancia de los cultivos, favorecer la absorción de nutrientes y la fijación de nitrógeno y protegerlos frente a patógenos. Las bacterias aisladas han sido probadas en laboratorio y en cámaras climáticas donde han llegado a simular escenarios que generará el calentamiento global. Toda la investigación, distinguida con el Premio Losada Villasante (convocado por la Cadena SER, con la colaboración del Ayuntamiento de Carmona, la Fundación Cajasol, Mercadona, Foro Interalimentario y la Universidad de Sevilla), pasará a partir de septiembre a fase de prueba en campo.
“Hemos cogido las mejores, hemos juntado las que no se pelean entre ellas y las hemos inoculado”, afirma Mateos para intentar explicar con términos más comprensibles el trabajo de investigación. Algunos de los resultados ya obtenidos es que “la bacteria mejora el uso eficiente del agua y la tolerancia frente al exceso de salinidad y la sequía de la planta a través de una mejora de su respuesta fotosintética”, añade.
Cosecha de la fresa en un invernadero de Huelva. ALEJANDRO RUESGA
“Las bacterias utilizadas son autóctonas, viven en contacto con las raíces de las plantas, cumplen todos los requisitos de seguridad alimentaria y se aplican, en esta primera fase, mediante el riego. En futuras investigaciones también se abordará la posibilidad de aplicación como abono sólido y el aprovechamiento también de microorganismos beneficiosos con capacidad para desarrollarse en el interior de las plantas”, explica Mateos.
La puerta abierta es esperanzadora. No solo por la reducción del consumo de agua y químicos en un 30% y la capacidad de aprovechamiento de aguas de peor calidad, sino porque la aplicación de este modelo se puede extender a otros cultivos, a la regeneración de suelo o a la restauración de zonas degradadas.
En este sentido, un estudio en el que han participado científicos de nueve países y una veintena de instituciones sobre un centenar de ecosistemas terrestres, publicado en Nature Ecology and Evolution y liderado por el Laboratorio de Biodiversidad y Funcionamiento Ecosistémico de la Universidad Pablo de Olavide, demuestra que los distintos grupos de organismos del suelo son esenciales para el funcionamiento adecuado de los biomas de la tierra y tienen efectos sobre la regulación del clima, la fertilidad la producción de comida, la descomposición de desperdicios y la mantención de suelos con una carga reducida de patógenos y genes de resistencia a antibióticos.
El estudio destaca la necesidad de mantener la biodiversidad de distintos grupos de organismos del suelo, desde bacterias a lombrices y, sobre todo, de identificar y proteger aquellas especies con especial importancia funcional y que se encuentran altamente conectadas dentro de la red trófica. “Organismos del suelo como las lombrices, los nematodos o los protistas, pueden parecer mucho menos atractivos, a simple vista, que otros como las plantas, aves y mamíferos. Sin embargo, la vida en la Tierra simplemente no existiría sin ellos”, explica a la UPO Manuel Delgado-Baquerizo, investigador Ramón y Cajal y autor principal del artículo.
FUENTE: https://elpais.com/elpais/2020/02/06/ciencia/1580976774_553007.html