Bosques maduros: antídotos contra la crisis climática
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La Estrategia de la Unión Europea sobre Biodiversidad considera fundamental cartografiar y proteger los llamados bosques o rodales maduros, porque son una reserva de biodiversidad. Aunque eliminan menor dióxido de carbono, ofrecen información sobre cómo resistir a la sequía o las plagas. Son como pequeñas vacunas contra el calentamiento global, antídotos contra la crisis climática.
Así definen a los bosques o rodales maduros desde el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de Cataluña (Creaf). Se trata de enclaves con árboles muy longevos, de extraordinario tamaño en algunos casos, y sin acusar apenas la huella del hombre. Adentrarse en estos espacios es como retroceder en el tiempo.
Al menos, así lo aseguran quienes han tenido la fortuna de poder estudiarlos y catalogarlos. Sus dinámicas de flora y fauna son únicas, con una biodiversidad que resiste mejor la sequía y la erosión. Todo un campo de pruebas en la lucha contra el cambio climático, según los expertos.
«Pese al paso del tiempo, siguen captando dióxido de carbono», explican desde el Centro de Investigaciones y Estudios Forestales de la Comunitat Valenciana (CIEF).
Los investigadores del Creaf, mientras, insisten en que su capacidad de resistencia frente a plagas los convierte en potentes antídotos para afrontar la escasez hídrica que afectará a gran parte del sureste peninsular con el aumento de los fenómenos extremos.
Cataluña ha sido una de las autonomías avanzadas en localizar y posteriormente caracterizar estos terrenos tan singulares en puntos de la Garrotxa, Alt Pirineu y el Montseny.
En la Comunitat Valenciana se tienen contabilizados diez bosques de este tipo hasta la fecha, algunos de ellos en los parques naturales diseminados por todo el territorio. Desde el Penyagolosa, la Puebla de San Miguel, la Font Roja, la Tinençá de Benifassà o l’Albufera.
Ecosistemas forestales muy ricos
La Estrategia de la Unión Europea sobre Biodiversidad 2030 considera fundamental «definir, cartografiar, seguir y proteger rigurosamente todos los bosques primarios y maduros que quedan en territorio europeo». Los considera ecosistemas forestales muy ricos, pese a que algunos estudiosos recuerdan su poca capacidad para fijar las emisiones de los gases de efecto contaminante.
Las superficies forestales jóvenes o en pleno crecimiento son las que más capturan dióxido de carbono. Además de recuperar los montes de mayor valor, entre las metas de la Comisión Europea está la de plantar 3.000 millones de árboles en territorio comunitario en la próxima década, lo que supone duplicar la tendencia actual.
El objetivo es incrementar la cobertura verde, la resiliencia de los bosques maduros y su papel para revertir la pérdida de especies, mitigar el calentamiento global y facilitar también la imprescindible adaptación. Conseguir, en definitiva, que los rodales de menor edad sigan cumpliendo años.
El proyecto LIFE RedBosques propone la creación de una red de referencia a escala nacional, coordinada por Europarc-España con el aval científico del Creaf.
Para definir los criterios para el desarrollo de esta red se ha activado un grupo de trabajo de gestores de montes, responsables de espacios protegidos y científicos, que han acordado un procedimiento de prospección e identificación de estos rodales.
La iniciativa se ha comenzado a aplicar sobre el terreno por varias administraciones públicas, entre ellas la Generalitat Valenciana, el Govern de Catalunya, Murcia, la Junta de Andalucía o la Xunta de Galicia. Aragón, Castilla-La Mancha y Castilla y León también llevan tiempo trabajando en la materia. En España solo pueden considerarse maduros un 1% de los bosques estudiados.
Preservar la madera muerta
La mayoría de los hábitats forestales en España se encuentran en estadios previos a la madurez. Desde hace un tiempo, el proyecto LIFERedBosques persigue ese registro estatal de enclaves sin o con poca intervención externa. Es decir que no hayan sufrido talas, incendios u otras afectaciones humanas o climáticas que alteren su composición más primigenia.
De ahí el nacimiento de la Red de Rodales de Referencia. Aunque muchas de estas joyas verdes están en áreas que ya disponen de una protección como son los parques naturales, un elevado porcentaje presenta un estado de conservación desfavorable, como muestran las evaluaciones periódicas vinculadas a la Red Natura 2000.
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico destacaba hace meses en un informe que en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, por ejemplo, se han establecido dos parcelas permanentes en el bosque de Turieto donde se están inventariando los elementos de la flora y fauna asociados a bosques maduros y madera muerta.
Se trata de hayedos milenarios donde se ha puesto la lupa en detalles como los briófitos, líquenes y coleópteros saproxílicos. Igualmente, se ha prestado especial atención a los elementos en descomposición presentes en la cobertura vegetal.
«Estos enclaves requieren de un tipo de gestión distinta, no se deben retirar ramas caídas o ejemplares sin vida, porque encierran una biodiversidad que hay que preservar», destaca Antoni Marzo, del CIEF.
«Sin gestión forestal no puede haber conservación»
Los expertos afirman que los bosques son ahora un «polvorín» y abogan por un aprovechamiento racional
La gestión forestal sostenible es lo que va a garantizar la persistencia y la sostenibilidad en el tiempo de nuestros espacios naturales. No hay conservación sin gestión, o viceversa». Así se expresa Rafa Delgado, presidente de la Plataforma Forestal Valenciana.
Delgado, profesor en el departamento de Ingeniería Rural y Agroalimentaria de la Escuela Politècnica Superior de Gandia (UPV), se muestra escéptico sobre algunas de las propuestas de la Unión Europea. Entre ellas, la de incrementar las plantaciones de árboles, o la de dar excesiva preponderancia al papel de los bosques maduros.
«Estos últimos tienen una importancia didáctica por su rica biodiversidad y está bien que se conserven, pero no tienen ninguna capacidad de fijación de carbono», señala Delgado.
Recuerda que las masas forestales van en aumento año tras año por el abandono de cultivos y el no aprovechamiento de los montes. «Lo que hace falta es gestionarlas de forma adecuada, facilitar la selvicultura o los proyectos que aúnen la vertiente social, la ambiental y la económica», reflexiona.
En ese punto, se muestra crítico con la visión urbanocéntrica que redacta muchas directrices que en su opinión están muy alejadas de la realidad y las necesidades del mundo rural. Reniega también de los extremos.
«Entre la ultraprotección y la ultradestrucción hay un término medio», defiende, sin cansarse de advertir que muchos de los montes en España, especialmente en la zona mediterránea, son auténticos polvorines.
Lo cierto es que la superficie forestal ha experimentado un considerable crecimiento en las últimas décadas, a razón de 4.000 hectáreas al año. Algo que, unido a la escasa gestión forestal en un contexto de cambio climático, dispara el riesgo de los llamados incendios de sexta generación, como el ocurrido este verano en Sierra Bermeja, en Andalucía. Circunstancia que denuncia de forma reiterada la Asociación de Muncipios Forestales de la Comunitat Valenciana (Amufor), que aglutina a 75 localidades y dos diputaciones provinciales que aúnan esfuerzos en defensa del mundo rural.
Amufor pide nuevos criterios de ordenación del monte de cara a la prevención de incendios, que incluyan el aprovechamiento de la biomasa forestal residual como fuente de energía renovable, luchando así contra el cambio climático y contra el despoblamiento por medio de la creación de empleo relacionado con dichas actividades. «Lo que hay que ir es hacia una renovación del sistema de fijación de carbono», insiste Delgado.
FUENTE: Bosques maduros: antídotos contra la crisis climática (Verde y Azul)
Autora: Minerva Mínguez
Etiqueta:bosques, cambio climático