Una gota de miel en el asfalto

La apicultura urbana está prohibida en Barcelona. Se la considera una actividad ganadera. Así que las abejas dejaron la ciudad al mismo tiempo que lo hicieron las vacas. No todas. En la azotea del Castell dels Tres Dragons del parque de la Ciutadella hay colmenas legales. Motivos científicos. El resto de las abejas de Barcelona van por libre. Y cuando montan un enjambre en sitios delicados, como, por ejemplo, en la estación del Bicing de la plaza de España, ocurrió, se retira. Su destino son dos hoteles, también llamados centros de recuperación, que hay en Collserola y Montjuïc. Hoteles, sí, porque la abeja de la miel, o ‘apis mellifera’, es una especie protegida.

No en vano su supervivencia va estrechamente ligada a la supervivencia del planeta. Ahí va un dato: Según Greenpeace, de su polinización depende el 70% de los cultivos para el consumo humano. Y ahí va otro dato: el año pasado hubo una mortalidad del 50% entre estos insectos en la Península. Grave. Pues la zona es la que más colmenas concentra de Europa. Pero su decadencia es general. Se mueren. Demasiados pesticidas y demasiados cambios en el clima, amén de dos importaciones letales: la avispa asiática y el parásito varroa.

Pero no todas las ciudades son tan poco receptivas con este pequeño insecto como Barcelona. En Nueva York, Londres y París está legalizado alojar colmenas. Las tienen el Hotel Waldorf Astoria, la Tate Modern y la Ópera de la capital francesa, por ejemplo. La institución musical parisina incluso se hace su propia miel. Algo por lo que Martina Millà, responsable de programas de la Fundació Miró, suspira. De momento ha conseguido instalar un panal en la azotea del centro. El permiso es temporal. Su estancia durará lo que dure la exposición ‘Beehave’. Hasta el 20 de mayo. Las abejas vienen del Montseny y las ha traído Àlex Muñoz, uno de los participantes de esta muestra que habla de la importancia y de la belleza de las abejas: “conocerlas es amarlas”, suelta Millà, que actúa de comisaria.

Quizá tenga razón. Pues son muchas las culturas que las han venerado. Para los egipcios eran sagradas, ya que habían nacido de las lágrimas de Ra. Además  para el embalsamiento utilizaban muchos productos derivados de las abejas. De hecho, el cuerpo de Alejandro Magno fue trasladado desde Babilonia, donde murió, hasta Alejandría, donde fue enterrado, sumergido en miel. Hay más. Antaño, en algunas zonas de Europa, cuando un apicultor fallecía, la familia debía comunicárselo a las abejas y las colmenas se vestían de luto. Y en Galicia existía la Danza do abellón (abejorro). Un baile que se hacía en los velatorios alrededor del muerto simulando el zumbido de estos insectos para ayudar al alma del finado a llegar al otro mundo.

Paseo literario

Y de esta última capacidad de las abejas, la de poder transitar del mundo de los vivos al mundo de los muertos, habla la artista finlandesa Ulla Taipale en ‘L’altre costat’, una de las 10 intervenciones artísticas que ocuparán la ciudad a lo largo de esta primavera. ¿Los objetivos de tal polinización? Profundizar en el pasado apícola de Barcelona, que lo hay. Recuerden si no, el Clot de la Mel, donde en la edad media se ubicaban las colmenas más populares de la ciudad. Y abrir una nueva etapa de convivencia entre humanos y abejas. O dicho más poéticamente por Millà: “Poner una gota de miel en este océano de asfalto que es Barcelona”.

La de Taipale es una gota de miel literaria. “Se habla mucho de la importancia económica de las abejas pero no tanto de su peso cultural, y lo tienen”. Lo afirma con causa pues en su selección de textos que versan sobre estos insectos hay desde autores romanos, como Virgilio, a tan actuales como la escritora finlandesa de ciencia ficción Johanna Sinisalo, pasando por Maurice Maeterlinck y Mercè Rodoreda. Con todo, la atención por sobrecogedor se lo lleva el párrafo que Taipale ha seleccionado de ‘Las voces de Chernóbil’ de Svetlana Alexiévich. En él, la nobel rusa recoge el testimonio de un apicultor cuyas abejas se encerraron en la colmena durante tres días tras el accidente nuclear. Ellas notaron la radiactividad, los humanos no se enteraron hasta que les fue comunicado.

El paseo literario es en el cementerio del Poblenou a partir de la aplicación para móviles Arilyn. Escoger el camposanto como escenario obedece a dos razones: “por la paz y tranquilidad que se respira” y “por los ángeles” esculpidos que pueblan el espacio y que, como las abejas, tienen la facultad de transitar entre mundos.  

FUENTE: https://www.elperiodico.com/es/barcelona/20180320/colmena-fundacio-miro-barceloneando-6703764

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