JAQUE A LA AGRICULTURA CONVENCIONAL

Un porcentaje cada vez más elevado de agricultores del centro y norte de Europa prefieren dejar de lado sus cultivos alimentarios y se decantan por otros de tipo industrial, que abastecen de materias primas a factorías que no tienen nada que ver con la producción de comida, o bien se usan para elaborar biocombustibles.

Carlos Palomar, director general de Aepla (fabricantes de plaguicidas) ha explicado en Valencia que dicho abandono sistemático de producciones alimentarias se debe al deseo de los agricultores de escapar de las crecientes complicaciones en materia de supuesta seguridad, cuya aplicación se concreta en restricciones en aumento para combatir plagas de los propios cultivos y en ocasiones la imposibilidad de lograrlo, al no disponer de productos autorizados.

Si por un lado hay que asegurar producciones altas para mantener la rentabilidad y por otro no se puede alcanzar tal meta por las distorsiones en el uso de plaguicidas, los agricultores que ven alternativas lo tienen claro: cambian hacia otros sectores industriales y energéticos que reclaman su concurso.

La consecuencia inevitable, según advierte Palomar, es que «Europa está perdiendo a marchas forzadas capacidad de producir alimentos, crecen las importaciones de comida, que ya superan el 20%, y lo más grave es que este proceso parece que irá en aumento si no se ponen frenos, con lo que aún será mayor la pérdida de la autonomía alimentaria europea».

Mientras que muchas organizaciones abogan a niveles locales por garantizar la ‘soberanía’ alimentaria, las acciones que por otro lado despliegan en contra de los plaguicidas van en contra de dicho principio, porque la realidad es que Europa es cada vez más dependiente de la importación de comida, mientras se emplean vastos territorios en cultivos industriales. Hace unos años se basaba dicha tendencia en los mejores precios que ofrecían las industrias, pero hoy se debe sobre todo al temor a las complicaciones derivadas de la desaparición de materias contra las plagas.

El mismo fenómeno de cambio de orientación agraria que se da en el norte se registra también en los países del sur mediterráneo, aunque aquí se manifiesta con otro color más dramático. Si allá se trata de cambiar de unos cultivos a otros, aquí se desemboca en le abandono abasoluto, no hay alternativas energéticas, se carece de dimensión apropiada para ello, tampoco llueve en abundancia, se padece además una desestructuración que lo agrava todo, y por lo tanto se deja de producir. Ni alimentos, ni nada de nada. Campos yermos.

Pero el fenómeno del abandono agrícola ¿está en relación directa con la prohibición al alza de plaguicidas o tiene que ver más con la caída de la rentabilidad de los cultivos?

Cristóbal Aguado, presidente de AVA, tiene claro que «si no puedes combatir una determinada plaga, tu fruta no tendrá la calidad requerida y no la podrás vender al mejor precio, a veces ni la podrás vender a ningún precio, o en otros casos bajará tanto la productividad por las plagas que tampoco será rentable».

Aguado y Palomar coinciden en que entre unas cosas y otras «se está poniendo cerco a la agricultura convencional». La constante reducción de los pesticidas disponibles «pone en jaque a los agricultores y su labor se convierte en algo muy problemático: altos costes, nula rentabilidad y encima acusados de contaminar». Es fácil deducir la conclusión a la que llegan muchos: «lo dejan enseguida que pueden, por eso no hay renovación generacional, la media de edad en el campo valenciano es de 62 años, en poco tiempo más la producción valenciana de alimentos dependerá mayoritariamente de jubilados y aficionados; lo que no se pueda disponer llegará de fuera, al precio que sea y en las condiciones que sean?»

¿De dónde parte esta espiral? También coinciden ambos directivos: «falta formación adecuada en las escuelas y universidades sobre lo que es la producción real, rentable y sostenible de alimentos sanos y suficientes; por contra se da constantemente una visión distorsionada de la agricultura convencional, que es la que da de comer de verdad a la población; en esa visión distorsionada se ofrece la imagen del agricultor como alguien permanentemente subvencionado y que contamina».

Aepla, la asociación que dirige Palomar, agrupa a los grandes fabricantes de plaguicidas, pero en dichas siglas se recurre al eufemismo de la ‘protección de las plantas’; es decir, se huye de alusiones químicas, lo que probablemente también ha contribuido a la desinformación general de la que ahora todos se quejan y tiene difícil vuelta atrás. Salvo que llegaran épocas de problemática escasez.

FUENTE: http://www.lasprovincias.es/economia/agricultura/201703/13/jaque-agricultura-convencional-20170312235230-v.html

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