Cuatro grandes diferencias entre cómo vive un cerdo de granja y uno ecológico

La emisión del programa Stranger Pigs de Salvados, este domingo, ha agitado la conciencia de muchos consumidores habituales de carne de cerdo. El espacio dirigido por Jordi Évole ha mostrado cómo al menos algunas empresas del sector explotan a sus trabajadores y también las condiciones de vida de algunos de los cerdos que luego acaban convertidos en jamón, salchichas o filetes de lomo.

El testimonio del veterinario e inspector de Sanidad Alfonso Senovilla fue uno de los más impactantes porque, pese a ser vegano, trabaja en un matadero. “Si una persona con un mínimo de sensibilidad viera cómo se manejan los animales, cómo se aturden o cómo se sangran, aún suponiendo que sea todo legal, ¡te sorprendería! Te aseguro que no lo ibas a olvidar”, le explicó a Évole ante las cámaras.

“Son infinitamente peores las condiciones de los animales en las granjas”, contó Senovilla. “El matadero es muy desagradable, pero al fin y al cabo ahí pasan solo unas horas. ¡En las granjas viven siempre! Un cerdo se sacrifica con seis meses y, si es ibérico, con 12 […]. Tenemos que desterrar la idea de que están libres por el campo. Si los 840 millones de animales que se sacrifican en nuestro país estuvieran libres, habría cerdos y pollos por las calles. Están encerrados en naves”.

Aunque las empresas nombradas en el programa rehusaron participar en él, lo cierto es que Salvados también ha recibido críticas por falta de objetividad. El debate se ha polarizado en las redes sociales: hay tuiteros veganos sorprendidos por la ignorancia de la mayoría y también quienes defienden que la imagen proyectada por Évole no se corresponde con la realidad de un sector tan importante para la ecnomía como el de la industria cárnica.

En cualquier caso, Stranger Pigs empezó mostrando una alternativa a la producción convencional de carne de cerdo: la ecológica. Un sistema más lento y costoso, pero que garantiza carnes de mayor calidad y mejor trato al animal.

Habrá quien, después de ver el programa, quiera hacerse vegano o vegetariano, pero todo apunta a que la mayoría de los consumidores van a seguir comiendo carne de cerdo y por eso conviene tener claro, al menos, cuáles son, más allá de su precio en el mercado, las principales diferenciasentre cómo vive un cerdo de granja convencional y uno ecológico. Se lo hemos preguntado a varios veterinarios expertos. A partir de aquí, que cada uno compre lo que quiera y pueda…

1. Alimentación

Según la información disponible en la web de la patronal Interporc, en España la mayoría de los cerdos de capa blanca se alimentan de piensos compuestos en un 70 % por cereales como el trigo. Pero, ¿qué comen para engordar tanto en tan poco tiempo? En declaraciones a la Cadena SER, Alfonso Senovilla, que es miembro de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal (AVATMA), explica que se trata de piensos muy energéticos a los que los animales pueden acceder permanentemente, pero añade que la clave de esa rápida capacidad de engorde, más allá de la comida y la limitación de movimientos, son las “razas seleccionadas genéticamente”.

Pero aunque sea una creencia muy extendida, alimentar a los cerdos con hormonas que aceleran su crecimiento está totalmente prohibido. Antonio Vela Bello, vocal del Colegio de Veterinarios de Zaragoza y responsable de la consultoría de asesoramiento porcino Think In Pig, se muestra indignado con la desinformación imperante en este asunto: “No es que no lo hagamos. ¡Es que ni siquiera hay hormonas así en el mercado! ¡Nos meterían en la cárcel!”.

En el caso de los cerdos ecológicos, la base de su alimentación puede ser parecida, pero con el requisito de que todos esos cereales procedan de cultivos libres de transgénicos y en los que además no se hayan utilizado pesticidas y otros productos químicos vetados por la norma. Álvaro Fernández-Blanco, veterinario y responsable de insumos para ganadería de la certificadora ecológica CAAE, añade además que los cerdos de producción ecológica deben tener acceso a forrajes frescos que faciliten su digestión.

2. Espacio vital

La gran mayoría de los cerdos que se crían en España lo hacen en granjas de ganadería intensiva y, aunque la normativa es algo farragosa y especifica medidas distintas en función del tamaño y el estado de cría del animal, el espacio mínimo para las granjas convencionales es de 0,65 metros cuadrados por cerdo.

El veterinario Antonio Vela Bello explica, sin embargo, que la mayoría de las explotaciones facilita espacios superiores a los exigidos por la normativa. “Sobre todo en verano”, cuenta. “En los meses de calor es muy habitual que en un espacio previsto para 12 cerdos, por ejemplos, se metan solo 10 u 11”.

En el caso de la ganadería ecológica, las condiciones son muy distintas. Cada cerdo deben contar, como mínimo, con una zona cubierta de al menos 1,5 metros cuadrados y también acceso a un área exterior de 1,2 metros cuadrados. Y más allá del espacio mínimo por animal, las explotaciones ecológicas deben contar con grandes extensiones (715 metros cuadrados de pasto por cabeza) para garantizar el control del impacto medioambiental de los residuos.

Pero hay lugares, como la Finca Montefrío de Cortegana (Huelva), en los que trabajan con estándares muy superiores. Sus cerdos, durante los meses en los que hay bellota (de noviembre a marzo, aproximadamente), campan a sus anchas por la dehesa con casi dos hectáreas (llenas de encinas, robles y alcornoques) por animal.

3. Tratamiento veterinario

Antonio Vela Bello defiende la labor de los veterinarios y reivindica el hecho de que los tratamientos que prescriben garantizan la seguridad alimentaria: “No todo lo que se les da son antibióticos”, dice. “Si un animal está sufriendo, también se le puede dar un analgésico o un antipirético, y siempre por su bienestar”. Para cada medicamento, además, la regulación estipula un “tiempo de espera” que garantiza que no haya restos del mismo cuando el animal se lleva al matadero.

Vela explica además que los cerdos criados de forma intensiva y extensiva son proclives a sufrir diferentes problemas de salud y que, por lo tanto, “no se puede generalizar”. También recuerda que los cerdos que viven al aire libre están menos controlados y que por ello, como pasó con los pollos durante la gripe aviar, tienen más riesgo de contagio por parte de animales que viven en libertad.

Álvaro Fernández-Blanco aporta una versión muy distinta. Según él, aún hay granjas convencionales en las que a la alimentación se le añade, por defecto y de manera preventiva, altas dosis de un antibiótico llamado colistina. En el caso de los cerdos ecológicos, en cambio, se recurre preferentemente a tratamientos “no residuales” como la fitoterapia, la homeopatía o las flores de Bach, y solo en casos puntuales a fármacos convencionales para los que se establece un tiempo de espera que duplica al mínimo previsto por la ley para los animales criados en intensivo.

4. Tiempo de vida

En lo que a calendario se refiere, la primera gran diferencia entre un cerdo convencional y uno ecológico es el tiempo que pasan alimentándose de la leche de su madre. “De 21 a 25 días, frente a 41”, según Álvaro Fernández-Blanco.

Pero la predisposición genética, la alimentación y la limitación de movimientos también permiten que los cerdos criados en intensivo alcancen su peso óptimo de sacrificio, aproximadamente, entre los 8 y los 10 meses de vida. Los cerdos criados en ecológico, en cambio, crecen más despacio y suelen llevarse al matadero pesando menos y con 12 o 14 meses de vida.

FUENTE: http://cadenaser.com/ser/2018/02/05/gastro/1517816896_843805.html

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